Solución en:
Solución en:
sábado, 26 de diciembre de 2015
martes, 22 de diciembre de 2015
FIEBRE Y USO DE ANTIPIRÉTICOS EN NIÑOS
Fiebre y uso de
antipiréticos en niños
Pediatrics 2011;127:580-587 .
La fiebre es un signo común manejado
por el pediatra y
otros profesionales de la salud, presentándose en un tercio de las patologías
en niños. Los familiares se preocupan frecuentemente por la necesidad de
mantener una temperatura normal en los niños enfermos.
En 50% de los casos, los padres consideran fiebre a
la temperaturas < 38 °C(100.4°F) y 25% de los cuidadores administrarán algún
antipirético para temperatura menores de 37.8 °C
Hasta 85%
de los padres refieren levantar a su niño para
administrar el antipirético. Desafortunadamente, los padres en 50% de los casos
administran incorrectamente
las dosis de antipiréticos y aproximadamente 15% de
los padres usan dosis supra-terapéuticas de
paracetamol o ibuprofeno. Los cuidadores deben
entender que la dosis depende del peso del paciente y no de la edad o estatura.
Las indicaciones más comunes para prescribir
antipiréticos por los médicos son fiebre > 38.3 °C y malestar en el niño.
Aunque únicamente 13% de los pediatras utilizan el malestar en los niños como
indicación para su administración.
Fisiología de la fiebre. La fiebre no es una enfermedad, es
un mecanismo fisiológico que tiene como beneficio alertar sobre la presencia de
un proceso infeccioso.
La fiebre retrasa el crecimiento y la reproducción
de bacterias y virus, incrementando la producción de neutrófilos y la proliferación
de linfocitos T, así como la formación de anticuerpos en la fase aguda. El
grado de fiebre no siempre se correlaciona con la severidad de la enfermedad.
Tratamiento antipirético. El uso de baños de alcohol no es
apropiado para disminuir la temperatura, ya que se han reportado eventos
adversos asociados con la absorción sistémica de alcohol. No existe evidencia que
el controlar la fiebre disminuya la morbilidad o mortalidad en enfermedades
febriles, excepto en los pacientes inmunocomprometidos, los cuales cuentan
con una limitada reserva metabólica. Finalmente, no existe
evidencia de que la terapia antipirética disminuya la recurrencia de crisis febriles.
Sin embargo, se reconoce que el uso de esta terapia sí reduce las molestias en
los niños.
Paracetamol. Después de la asociación de los
salicilatos con el síndrome de Reye, el paracetamol
(acetaminofén) reemplazó a la aspirina como
medicamento básico para la fiebre. La dosis que debe utilizase es de 10-15 mg/kg/dosis
cada 4-6 horas, por vía oral y se considera segura y eficaz en los
siguientes 30-60 minutos. Hasta 80% de los niños presentan una disminución de la temperatura en este
periodo. Las dosis altas de este antipirético en el uso clínico se han asociado
con confusión relacionada con hepatotoxicidad.
Ibuprofeno. Su uso para el manejo de la
fiebre ha aumentado. No existe evidencia que indique que exista una diferencia
significativa en la seguridad de las dosis estándar de ibuprofeno vs. paracetamol
en niños sanos de 6 meses a 12 años de edad con enfermedades febriles. La
preocupación con este medicamento es la nefrotoxicidad. En varios reportes se
describe la presencia
de insuficiencia renal cuando se trata a niños con
enfermedad febril con ibuprofeno u otro antiinflamatorio no esteroideo. En
niños con deshidratación, la síntesis de prostaglandinas inicia el incremento
de un mecanismo importante para mantener un flujo renal apropiado. El uso de
ibuprofeno o cualquier antiinflamatorio no esteroideo interfiere con los
efectos renales
de las prostaglandinas, con lo que se reduce el
flujo sanguíneo renal y potencialmente precipita o empeora la función renal.
Tratamiento con alternación o
combinación de antipiréticos.
Existe alguna evidencia de que la combinación del
tratamiento puede resultar en disminuir la temperatura por un periodo más prolongado,
pero no existe evidencia de que este tratamiento
ofrezca una mejoría en otra complicación clínica.
Los médicos que lo prescriban
a sus pacientes deberán asegurarse de no
sobrepasar las dosis indicadas para los antipiréticos utilizados.
Cuando se aconseja a una familia acerca
del manejo de la fiebre en el niño, el médico deberá disminuir la fobia por la
fiebre que tienen los padres y enfatizar que
el uso de antipiréticos no previene las
crisis febriles. Los médicos deberán enfocarse en el monitoreo de los signos y
síntomas de enfermedad grave, así como mejorar las condiciones generales del
niño como mantenimiento
de la hidratación, educación de los padres
con un uso apropiado de la dosis y almacenamiento del
antipirético.
jueves, 17 de diciembre de 2015
Embarazo a Término Nuevas Definiciones
Información para las futuras mamás sobre la
nueva definición de embarazo a término
NICHDWWWPageContent1El embarazo a término completo comienza a las 39
semanas
El Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos y
la Sociedad de Medicina Materno-Fetal anunciaron nuevas definiciones más
específicas para los bebés nacidos entre las 37 y las 42 semanas del embarazo.
En el pasado, si un bebé nacía entre las 37 y las
42 semanas del embarazo se consideraba "a término". Ahora, el embarazo
se considera a término completo a las 39 semanas.
¿Por qué esto es importante?
Las investigaciones muestran que los bebés que
nacen entre las 39 y las 40 semanas del embarazo tienen una mejor oportunidad
de comenzar su vida saludablemente.
Los bebés que nacen antes de las 39 semanas corren
riesgo de tener problemas de respiración, alimentación y de controlar la
temperatura del cuerpo. También es más probable que pasen tiempo en la unidad
de cuidados intensivos neonatales, desarrollen infecciones y tengan una
discapacidad de aprendizaje.
¿Por qué esto es importante para mi embarazo?
Esperar a dar a luz hasta al menos las 39 semanas
en un embarazo sano, le da a su bebé el tiempo que necesita para crecer. Los
pulmones, el hígado y el cerebro de su bebé pasan por un período muy importante
de crecimiento entre las 37 y las 39 semanas del embarazo. Esperar hasta las 39
semanas del embarazo, que ahora se llama “a término completo”, le da a su bebé
la mejor oportunidad posible para comenzar su vida saludablemente.
A veces, cuando la madre o el bebé corren algún
riesgo, es necesario planear el parto para antes de las 39 semanas de embarazo.
Sin embargo, en un embarazo saludable, lo mejor es esperar hasta por lo menos
las 39 semanas.
Es importante que conozca estos términos para que
pueda hablar con su médico acerca de lo que es mejor para su salud y la de su
bebé.
The Eunice Kennedy Shriver National Institute of Child Development. Know your terms. http://www.nichd.nih.gov/KnowYourTerms. Accessed June 8, 2014.
FUENTE:
Association of Women’s Health, Obstetric and Neonatal Nurses. 40 reasons to go the full 40 weeks. http://www.health4mom.org/a/40_reasons_121611. Accessed June 8, 2014
sábado, 12 de diciembre de 2015
La actividad física protege la función motora en personas de tercera edad
Physical Activity Protects Motor Function in Older
Adults
Clinical
Context
Motor impairment in the elderly population is common and linked to
morbidity. Public health strategies have therefore emphasized the need for
older adults to increase their physical activity level.
White matter hyperintensities (WMHs) seen on brain imaging are common in
elderly adults and are associated with level of motor function. The goal of
this cross-sectional study by Fleischman and colleagues was to test the
hypothesis that physical activity modifies the association between WMH burden
and motor function in healthy older persons without dementia.
Study
Synopsis and Perspective
Just as higher education and social connections seem to provide a
cognitive reserve as people age, physical activity may build a motor reserve
that protects against the harmful effects of WMHs in the brain on motor
function, new research suggests.
The results point to a potential biological mechanism that may at least
partly explain the well-established association between physical activity and
motor function in healthy older adults, said lead author Debra A. Fleischman,
PhD, professor, neurological sciences and behavioral sciences, Rush University
Medical Center and Rush Alzheimer's Disease Center, Chicago, Illinois.
"The data suggest that physical activity may protect motor function
from the untoward effects of small vessel disease," seen on magnetic
resonance imaging (MRI) as WMHs.
The new findings emphasize the importance of an active lifestyle in
protecting motor function from the adverse neurobiological effects of aging, Dr
Fleischman said.
Brain Volume
The study used data from 167 community-dwelling adults without dementia
who were participants in the Rush Memory and Aging Project, an ongoing
longitudinal clinical pathologic study of aging and dementia. Their mean age
was 80 years, and approximately 21% were men.
Researchers used a composite measure of global cognition from 19
individual computer-scored cognitive tests. To assess motor function, they
created a composite measure from 11 individual motor tests that included both
upper- and lower-extremity motor performance.
Using actigraphs, the investigators measured total daily activity,
including all exercise and nonexercise physical activity. Participants wore a
watch-like monitor on the nondominant wrist for 24 hours per day for up to 11
days. The data were then downloaded to a computer for analysis. Researchers
also calculated intensity of activity.
To assess WMH burden, they used a well-established, automated computer
program that measures the total volume of brain tissue affected by WMHs as
shown on fluid-attenuated inversion recovery MRI. Dr Fleischman noted that
although studies suggest that WMHs on MRI reflect small-vessel disease, more
studies are needed to characterize the pathologic bases of WMH.
After adjustment for age, gender, and education, total daily activity
was not associated with WMH burden (P = .169).
As did previous research, this study showed that a higher level of WMH
burden was associated with poorer motor function, but it also found that the
harmful effects of WMHs disappeared in active people.
Comparing participants in different percentiles of total daily activity,
they showed that in those with the highest activity (90th percentile) WMH
burden did not affect motor function. In contrast, those at the 50th percentile
of physical activity showed a negative effect of WMH burden on motor function,
and this effect was even stronger for those in the 10th percentile of activity.
The difference between the 90th and 50th percentiles is roughly an
additional 1.5 hours of walking per day at 2.5 miles per hour, Dr Fleischman
noted. And the difference between the 50th and 10th percentiles translates to
just less than 1 hour of additional walking per day.
This interaction persisted after controlling for various potential
confounding variables, including depressive symptoms, body mass index, vascular
diseases, functional status, and interactions with WMH burden.
"Together these findings suggest that higher levels of physical
activity may provide reserve against the effects of brain pathology on motor
function in older age," the authors conclude.
Dr Fleischman stressed that the association was significant when 2
different actigraphic measures were used: total daily activity and intensity of
daily activity. There was no association when physical activity was measured by
self-report.
Neural Reserve
That physical activity was not associated with WMH burden suggests that
the benefit on motor function is through a neural reserve mechanism rather than
through a direct association with WMH. Dr Fleischman suggested possible
candidate mechanisms, including increases in various trophic factors that
promote tissue survivability and genesis. However, she said, more work needs to
be done to examine the potential mechanisms underlying motor reserve.
The concept of reserve has been frequently used in relationship to
cognition. Studies show that older patients with higher levels of education,
social networks, and purpose in life have better cognitive function despite
significant Alzheimer disease pathology burden.
The same concept may be at play here: physically active people may have
the same amount of brain damage as physically inactive people, but this damage
does not seem to affect their motor function. Unlike education, however,
physical activity is a modifiable behavior at any age.
The motor reserve provided by physical activity may have an influence at
multiple sites along motor pathways. Although in the current study, the brain
proxy measure was limited to WMH burden, further studies that examine a wider
array of central nervous system abnormalities and other components of the motor
pathways "will be crucial for defining the neurobiological basis of
reserve provided by physical activity," said the authors.
The new findings underscore the importance of facilitating a more active
lifestyle to prevent late-life motor impairment, improve survivability, and
maintain independence and well-being, said the authors.
For people older than 65 years, the US Centers for Disease Control and
Prevention recommends that older adults get at least:
- 2 hours and 30 minutes
of moderate-intensity aerobic activity (eg, brisk walking) every week plus
muscle strengthening activities on 2 or more days per week that work all
major muscle groups; or
- 1 hour and 15 minutes
of vigorous-intensity aerobic activity (eg, jogging or running) every week
and muscle-strengthening activities on 2 or more days per week that work
all major muscle groups; or
- An equivalent mix of
moderate- and vigorous-intensity aerobic activity and muscle-strengthening
activities on 2 or more days per week that work all major muscle groups.
As for the type of exercise, that is an individual choice that considers
existing medical conditions and leisure-time preferences, said Dr Fleischman.
"I think that the important message, and the one that I give to my
patients, is that they do not have to be marathon runners to maintain cognitive
and motor function through physical activity as they age."
Other studies by Dr Fleischman and her research group showed that
participants with the highest level of total daily activity, no matter how this
is accumulated, are at the lowest risk for cognitive and motor impairment and
decline as they age. "So the message is to just keep moving in any way
that is safe and enjoyable."
This is particularly important because, unlike many age-related
conditions that impair motor function, such as Parkinson disease and arthritis,
age-related motor impairment is usually left untreated, said Dr Fleischman.
"Until we have a more complete understanding of the biological
mechanisms underlying chronic late-life motor impairment, and have developed
effective pharmacological treatments to lessen the effects of brain pathology
on motor function, efforts to encourage and facilitate an active lifestyle in
older adults will be a critical element in meeting this public health
challenge."
The research group is acquiring longitudinal scans that will allow them
to measure changes in all the primary variables and compare them with baseline,
said Dr Fleischman.
Physical Activity a "Panacea"?
The study is yet another example of how physical activity is a kind of
"panacea" in medicine, commented Glen Finney, MD, assistant
professor, neurology, University of Florida College of Medicine, Gainesville,
and a member of the American Academy of Neurology.
"We have seen similar effects for cognitive function and now they
have found it in the motor domain. This supports the idea that physical
activity is good for everything."
He noted that the motor function in this case is determined by the
brain. "The research clearly shows that lower levels of physical activity
are correlating with brain disease burden, so clearly this is brain-driven
motor function. But once you get to a high level of physical activity, it
actually helps to overcome and sort of negate that white matter burden."
Although the authors speculate that this is because of a motor reserve,
Dr Finney said he would like to see a prospective study look at whether it is
really a reserve or an actual treatment effect. "At this point, it's
correlation; it's not causation. It's a definite possible way this works,"
he said.
According to an accompanying
editorial, the "pooled approach" of using a
composite motor score and a range of cognitive tests is statistically powerful
but needs further development to be accessible in routine clinical practice.
The editorial writers, Richard Camicioli, MD, Department of Medicine,
Division of Neurology, University of Alberta, Edmonton, Canada, and Joe
Verghese, MB BS, MS, Departments of Neurology and Medicine, Albert Einstein
College of Medicine, Bronx, New York, noted that the 167 participants were more
educated and cognitively healthy although slightly older than the overall
sample of 1545 persons originally recruited for the study.
They also commented that because the study was cross-sectional, it
cannot determine causality. In addition, they note, actigraphy measures total
activity, so it is difficult to know which aspects of the activities were
protective.
"The nature (aerobic or resistance), complexity (dancing), or
frequency of the physical activity may all have a role," they said.
Measuring WMHs by fluid-attenuated inversion recovery imaging may not
completely reflect white matter damage, they said. Diffusion tensor imaging or
magnetization transfer imaging may better depict white matter damage, might
provide complementary measures, and may be related to physical activity.
The study was supported by the National Institute on Aging, National
Institute of Minority Health and Health Disparities, Illinois Department of
Public Health, and Rush Translational Science Consortium. The study authors and
editorial writers have disclosed no relevant financial relationships.
Comentario:
De nueva
cuenta un estudio demuestra la importancia del ejercicio en personas de tercera
edad, enfatizando sus beneficios a nivel cerebral y motor.
Este
estudio demuestra una vez más que la actividad física es una especie de Panacea
en Medicina.
domingo, 15 de noviembre de 2015
HÍGADO GRASO (ESTEATOSIS HEPÁTICA NO ALCOHÓLICA)
HÍGADO GRASO
La enfermedad hepática grasa no alcohólica
(EHGNA) es una enfermedad común del hígado. A menudo es “silenciosa”, es decir,
no presenta síntomas. La EHGNA se parece a las
enfermedades del hígado causadas por el consumo de alcohol, pero se presenta en
personas que beben poco o nada de alcohol.
La característica principal
de la EHGNA es grasa en el hígado con inflamación y daño. La mayoría de las
personas que padece EHGNA se siente bien. No saben que tienen un problema en el
hígado. La EHGNA puede ser grave y provocar una enfermedad llamada cirrosis.
Con la cirrosis, el hígado queda dañado para siempre, forma cicatrices y deja
de funcionar correctamente.
La EHGNA afecta entre el 2 y
el 5 por ciento de las personas que viven en los Estados Unidos. Otro 10 a 20
por ciento de personas tiene grasa en el hígado sin presentar inflamación ni
daño en el mismo. Esta afección médica se llama “hígado graso”. No es normal
tener grasa en el hígado. Sin embargo, tener grasa en el hígado probablemente
no cause mucho daño, ni daño permanente, por sí sola. Con un análisis de
sangre, un ultrasonido (ecografía) del hígado o una prueba similar se puede
observar la presencia de grasa. Si los resultados del análisis de sangre, el
ultrasonido u otras pruebas demuestran la posibilidad de que haya grasa en el
hígado, la enfermedad se llama “enfermedad de hígado graso no alcohólica”
(nonalcoholic fatty liver disease, NAFLD por sus siglas).
La enfermedad hepática grasa
no alcohólica
(EHGNA) se define como una
entidad clínico-patológica
que engloba un amplio
espectro de lesiones
en el hígado, que se
producen en ausencia de un
consumo crónico de alcohol,
en el que se incluyen
la esteatosis simple, la
esteatosis asociada a cambios
necroinflamatorios con
grados variables de
fibrosis denominada
esteatohepatitis, y finalmente
la cirrosis. Actualmente se
considera que la EHGNA
es el componente hepático
del denominado
síndrome metabólico, que se
puede definir como
la agrupación de diferentes
factores de riesgo vascular
y metabólico como la
obesidad visceral, la hiperglucemia
secundaria a resistencia a
la insulina,
la dislipemia y la
hipertensión arterial. Debido a la
creciente incidencia del
síndrome metabólico en
los países desarrollados, la
EHGNA está emergiendo
como una de las enfermedades
hepáticas más
frecuentes en nuestro medio.
Epidemiología
Aunque la prevalencia de la
EHGNA en la población
general no se conoce con
exactitud, fundamentalmente
debido a que no se dispone
de marcadores
diagnósticos no invasivos
que sean sensibles y específicos
de esta enfermedad hepática,
los datos
provenientes de estudios
poblacionales estiman su
prevalencia entre un 20-30%
de la población en los
países occidentales y un 15% en los países asiáticos.
La información disponible
sobre la incidencia
de la EHGNA es escasa,
aunque en un estudio longitudinal
prospectivo realizado en una
población italiana se comprobó que la incidencia de hígado
graso era de 18,5 casos por
1.000 personas y año2.
Referente a la
esteatohepatitis, los datos sobre la
prevalencia/incidencia son
muy variables y de difícil
interpretación, ya que el
diagnóstico de certeza
sólo se puede realizar por
biopsia hepática, estimándose
su prevalencia en un 2-3% de
la población general.
Numerosos estudios
epidemiológicos han observado
que la prevalencia de la
EHGNA, tanto de la
esteatosis simple como de la
esteatohepatitis, aumenta
de manera directamente
proporcional al
índice de masa corporal
(IMC), con cifras del 15%
y del 3%, respectivamente,
en personas no obesas;
del 65% y del 20%,
respectivamente, en personas
obesas, y llegando hasta el
85% y el 40%, respectivamente,
en pacientes con obesidad
mórbida
La incidencia de hígado
graso en población adulta en
la Ciudad de
México es de 14%.
Un hecho destacable es que esta estrecha
asociación
epidemiológica aparece más
con la obesidad visceral
o abdominal que con el IMC.
La diabetes mellitus
tipo 2 es la segunda entidad
que se asocia con
mayor frecuencia con la
EHGNA, alcanzando cifras
de prevalencia de hasta el
70% en la población diabética1.
La dislipemia,
fundamentalmente en forma
de hipertrigliceridemia o
bajas concentraciones
séricas de colesterol HDL,
es otra alteración metabólica
que se observa en la mayoría
de los casos
de EHGNA. Un aspecto
relevante es que, incluso en
ausencia de obesidad y de
diabetes, los pacientes
con EHGNA tienen una elevada
prevalencia/incidencia
de síndrome metabólico,
hasta el punto que
algunos autores sugieren que
la EHGNA no es una
consecuencia sino más bien
un desencadenante
del mismo.
Algunos datos
epidemiológicos indican que la prevalencia
de la EHGNA en los Estados
Unidos es mayor
en la población hispana que
en la caucásica y en
la afroamericana. Este hecho,
unido a la observación
de que mutaciones puntuales
(polimorfismos)
de determinados genes, como
el de la adiponutrina7
o de la apolipoproteína C38,
aumentan el riesgo
de EHGNA, sugieren que
existen factores genéticos
que predisponen a padecer
esta enfermedad hepática.
Tradicionalmente se ha
considerado que la
EHGNA es más frecuente en
mujeres, pero estudios
recientes indican que la
esteatohepatitis concretamente
es más prevalente en hombres.
Tanto la
prevalencia como la
intensidad de la EHGNA aumentan
con la edad. Así, los casos
de esteatohepatitis
con fibrosis avanzada y
cirrosis son raros en
adultos jóvenes, mientras
que son más frecuentes
entre la 6ª y 8ª décadas de
la vida. No obstante, la
EHGNA no sólo afecta a los
adultos sino también
a los niños. Distintos
estudios epidemiológicos
han encontrado signos
ecográficos y analíticos de
EHGNA en el 3% de la
población pediátrica general,
llegando al 53% en los niños
obesos.
El incremento en la
incidencia de la obesidad es paralelo
al de sus comorbilidades,
incluida la EHGNA.
Esta es actualmente la
primera causa de enfermedad
hepática en niños y
adolescentes en Estados Unidos
de América (EUA) y
probablemente en el mundo
occidental. Un estudio de
prevalencia en niños, realizado
en una serie de autopsias en
EUA, mostró una
frecuencia de 9.6 % en
individuos con peso normal y
de 38 % en obesos.
En México, Flores et al.3 determinaron
la prevalencia
de EHGNA en 833 niños de una
escuela primaria,
con edades entre 5.5 y 12
años, que tenían
sobrepeso y obesidad.
Concluyeron que fue de 12.6 %
y los parámetros metabólicos
estudiados fueron similares
en todo el grupo.
El incremento que se está produciendo en la
prevalencia de la
obesidad, diabetes mellitus
tipo 2 y síndrome metabólico,
tanto en la población adulta
como en la
infantil de los países
desarrollados, hace prever un
notable incremento en la
prevalencia de la EHGNA
en un futuro próximo.
Las causas que provocan EHGNA
son múltiples, y se pueden
clasificar como primarias y
secundarias. Las primarias, que
son las más importantes, se
relacionan con los factores que
provocan aumento de la
resistencia a la insulina, tales como
obesidad, diabetes y dislipemia.
Las secundarias, menos frecuentes,
se deben principalmente a la
ingesta de ciertos fármacos,
tóxicos, trastornos
metabólicos y nutricionales y procedimientos
quirúrgicos Es importante destacar
que los fármacos que se
citan en la tabla son los que se relacionan
con la EHGNA y se deben
diferenciar de otros fármacos,
utilizados frecuentemente,
que pueden provocar otro
tipo de lesiones hepáticas,
tales como el paracetamol, los
antituberculostáticos, las
estatinas o las tiazolidindionas,
entre otros. En la práctica
clínica, la mayoría de los pacientes
con EHGNA presentan
obesidad, diabetes tipo 2 o dislipemia
como factor etiológico, y es
frecuente la asociación de
varios de estos factores
La mayoría de los pacientes
con EHGNA están asintomáticos y
habitualmente la sospecha de
la enfermedad se basa en la presencia
de una elevación de las
transaminasas, especialmente la
ALT, en el curso de un
examen de salud por cualquier motivo o
bien ante la presencia de
una hepatomegalia(aumento de tamaño del hígado) al explorar a un
paciente o a raíz de
practicar una prueba de imagen, generalmente
una ecografía abdominal,
solicitada por cualquier motivo
y que demuestra cambios
sugestivos de esteatosis.
Una vez que tenemos la certeza
de que se trata de una EHGNA realizaremos
un control y tratamiento de
los factores asociados.
Actualmente no se dispone de
un tratamiento específico para la
EHGNA, sino que éste
consiste en tratar los factores etiológicos
causales, tales como la
obesidad, la diabetes y la dislipemia. Sin
embargo, es muy importante
aplicar una serie de medidas generales,
tales como evitar el consumo
de alcohol, los fármacos
hepatotóxicos y la
exposición a tóxicos ambientales causantes
de EHGNA
Historia natural
La evolución de la EHGNA va
a depender del estadio
histológico de la enfermedad
hepática.
Diferentes estudios prospectivos han
comprobado
que del 10 al 40% de los
pacientes con esteatosis
simple progresarán a
esteatohepatitis en un
período de 8-13 años.
Alrededor del 15% de los pacientes
con esteatohepatitis y un
estadio de fibrosis
menor o igual a 2
progresarán a cirrosis en un
período de tiempo similar,
incrementándose hasta
el 25% en los casos de
esteatohepatitis con estadio
fibrótico de 3. Un 7% de los
pacientes con EHNA
en estadio cirrótico
desarrollarán un hepatocarcinoma
en 10 años, y alrededor del
50% necesitarán
un trasplante hepático o
morirán por complicaciones
de su enfermedad hepática.
Por lo tanto,
aunque tradicionalmente se
ha considerado que
la EHGNA es una enfermedad
hepática de pronóstico
benigno, en los últimos años
se ha puesto de
manifiesto que los pacientes
con EHGNA, y particularmente
aquellos con
esteatohepatitis y fibrosis
significativa, tienen una
tasa de supervivencia significativamente
más baja que la población
general,
siendo las causas de muerte
más frecuentes la enfermedad
cardiovascular y la
enfermedad hepática
avanzada
¿En quiénes se debe
sospechar
enfermedad por hígado graso
no alcohólica?
a) En pacientes con síndrome
metabólico, que
se diagnóstica cuando se
tienen tres o más
de los siguientes criterios:
circunferencia
abdominal de 102 cm en
hombres y de
88 cm en mujeres, niveles de
triglicéridos
> 150 mg/dL, colesterol
HDL < de 40 mg/
dL en hombres y < de 50
mg/dL en mujeres,
presencia de HTA con cifras
mayores o
iguales a 130/85 mmHg,
niveles de glucosa
> a 110 mg/dL),
b) En pacientes diabéticos
tipo II, o bien en los
tipo I que requieren grandes
cantidades de insulina.
c) Individuos obesos, en
particular con distribución
de grasa central.
d) Pacientes con
dislipidemia.
e) Mujeres con ovarios
poliquísticos.2
f) Pacientes candidatos a
cirugía bariátrica o
en aquellos ya sometidos a
cirugía en quien
se empleo una técnica de
inducción de malabsorción
elevada.
g) En enfermos con
aminotransferasas elevadas,
lo que ahora se define como
un nivel de ALT
> 30 UI/l en hombres y
> 19 UI/l en mujeres.
3 Estas cifras deben estar
elevadas en forma
persistente en un periodo de
seis meses
sin una explicación obvia.
El grupo recomienda
descartar enfermedades
virales, ingesta de
alcohol en cantidad
considerada hepatotóxica,
toxicidad por medicamentos,
enfermedades
autoinmunes y enfermedad por
depósito de
hierro, así como el uso de
productos utilizados
enmedicina alternativa
Diagnóstico
La primera señal de que una
persona quizá tenga EHGNA es un resultado alto en los análisis de sangre de
rutina. Se sospecha de EHGNA cuando ocurra todo lo siguiente:
Los resultados de las
pruebas de las enzimas del hígado son altos.
No hay una causa obvia de la
enfermedad del hígado (como el uso de una medicina, la hepatitis viral o el
abuso del alcohol).
Las radiografías,
ultrasonidos o pruebas similares demuestran la presencia de grasa en el hígado.
Una biopsia del hígado es la
única forma de diagnosticar EHGNA
La biopsia también puede
indicar si se han formado cicatrices en el hígado (fibrosis). Esto es importante, ya que
ni los análisis de sangre ni los ultrasonidos o pruebas similares pueden
proporcionar con certeza esta información
Tratamiento
Actualmente no hay un tratamiento
específico para la EHGNA. Las recomendaciones más importantes para las personas
que padecen esta enfermedad son
bajar de peso (si son obesas
o tienen sobrepeso)
consumir una dieta
balanceada y saludable
aumentar la actividad física
evitar el consumo de alcohol
evitar el consumo de
medicinas innecesarias
Seguir estas recomendaciones
puede marcar la diferencia. También son útiles para otras afecciones médicas, como
enfermedades del corazón, diabetes y colesterol alto
Tratamiento
Medidas generales
La EHGNA es, en la mayoría
de los casos, una manifestación
de la obesidad y el síndrome
metabólico,
por lo que la primera medida
terapéutica debe ir
dirigida a mejorar las
enfermedades asociadas,
como la obesidad y la
diabetes, y corregir las alteraciones
que caracterizan al síndrome
metabólico y
que contribuyen a la patogenia
de la EHNA, como
la resistencia a la
insulina. La principal recomendación
a los pacientes con EHNA que
sean obesos o
con sobrepeso es la adopción
de hábitos de vida
más saludables, consistentes
en disminuir la ingesta
calórica y aumentar el
ejercicio físico, con objeto
de conseguir una pérdida de
peso gradual y progresiva
al tiempo que sostenible. Lo
ideal es que estos
pacientes pierdan entre el
7% y el 10% de su peso
en un período de entre 6 y
12 meses, como consecuencia
de una dieta con un bajo
contenido en
glucosa y fructosa así como
de grasas saturadas, y
un ejercicio aeróbico
moderado y regular (un mínimo
de 5 sesiones semanales de
45 minutos de
duración)26. Se deben evitar
los períodos de ayuno
prolongado y las pérdidas de
peso rápidas mediante
dietas muy estrictas ya que
en esta situación
se produce una movilización
de ácidos grasos del
tejido adiposo al hígado, el
cual también se ve privado
de un aporte correcto de
proteínas y de otros
nutrientes esenciales. Todo
ello agrava la esteatosis
y empeora las lesiones
histológicas preexistentes.
Aunque en los ensayos
clínicos iniciales el orlistat,
un inhibidor de la lipasa
gástrica y pancreática,
mostró cierta eficacia
mejorando el grado de esteatosis
y la actividad histológica
de la EHNA, un
posterior estudio clínico
controlado con placebo
no ha demostrado
superioridad de este fármaco.
Actualmente se están
llevando a cabo ensayos clínicos
multicéntricos y
aleatorizados con el fin de
determinar la eficacia y
seguridad del orlistat y de
otros fármacos que promueven
la pérdida de peso,
como el rimonabant, en el
tratamiento de la EHNA
asociada a la obesidad.
Tratamiento específico
Se han ensayado múltiples
fármacos en los pacientes
con EHNA, algunos de los
cuales han mostrado
ser potencialmente útiles
(tabla 4). En la actualidad,
los fármacos más prometedores
son los que
mejoran la resistencia a la
insulina, como la metformina
y las tiazolidindionas o
glitazonas, y los antioxidantes,
fundamentalmente la vitamina
E.
Aunque no se conoce bien el
mecanismo de acción
de la metformina, su efecto
farmacológico se debe
a que mejora la sensibilidad
a la insulina en el tejido
adiposo y muscular. Se han
realizado numerosos
estudios clínicos que han
evaluado la eficacia
de la metformina en el
tratamiento de la EHNA,
básicamente en pacientes no
diabéticos, obteniendo
resultados contradictorios;
pero en un reciente
metaanálisis se ha
comprobado que la metformina
mejora la bioquímica
hepática y el grado de esteatosis
sin mostrar efectos
significativos sobre la
inflamación y la fibrosis
hepática. Estos resultados,
no obstante, no permiten
extraer conclusiones definitivas,
ya que el número de
pacientes tratados
con metfotmina en estudios
clínicos controlados es
bajo, por lo que aún se debe
seguir investigando
el posible efecto
beneficioso de este fármaco, que
tiene un buen perfil de
seguridad, en el tratamiento
de la EHNA.
Las glitazonas actúan a
través de la activación de
una proteína nuclear
denominada PPAR-gamma,
que incrementa la
utilización periférica de la glucosa.
En los pacientes con EHNA se
han ensayado
fundamentalmente dos
fármacos: la rosiglitazona y
la pioglitazona. Un reciente
metaanálisis31 concluye
que el tratamiento de la
EHNA con glitazonas conlleva
una mejoría histológica y
bioquímica significativa,
especialmente en pacientes
no diabéticos.
Finalmente, el trasplante
hepático es una opción
terapéutica que debe
considerarse en los pacientes
con EHNA en fase de cirrosis
avanzada. Los resultados
del trasplante hepático en
estos pacientes son
buenos, aunque a medio plazo
pueden reaparecer
en el injerto las lesiones histológicas
características
de la EHNA
Fuente:
1.Gastroenterología y
Hepatología Problemas Comunes en la Práctica Clínica 2ª Edición 2012. Editores:
MIGUEL A. MONTORO JUAN CARLOS GARCÍA PAGÁN
2.Guías clínicas de
diagnóstico y tratamiento de hepatopatía grasa no alcohólica Rev Gastroenterol
Mex, Vol. 73, Núm. 2, 2008 Bosques-Padilla
F et al.
3. Esteatosis Hepática no
alcohólica AMF 2009;5(4):227-231
4.Enfermedad por hígado
graso no alcohólico en pediatría María del Carmen Bojórquez-Ramosa Rev Med Inst
Mex Seguro Soc. 2014;52(Supl 1):S110-S114
5.Esteatohepatitis
no alcohólica National Digestive
Diseases Information Clearinghouse
National
Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases NATIONAL INSTITUTES OF
HEALTH
U.S. Department of Health and Human Services
6.Hígado graso y
esteatohepatitis no alcohólica Raúl Carrillo Esper,Jimena Muciño Bermejo Revista
de la Facultad de Medicina de la UNAM Vol. 54, N.o 3. Mayo-Junio 2011 Raúl
Carrillo Espera, Jimena Muciño Bermejo
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