martes, 22 de diciembre de 2015

FIEBRE Y USO DE ANTIPIRÉTICOS EN NIÑOS


Fiebre y uso de antipiréticos en niños

 

Pediatrics 2011;127:580-587          .

 


 

 

La fiebre es un signo común manejado por el pediatra y otros profesionales de la salud, presentándose en un tercio de las patologías en niños. Los familiares se preocupan frecuentemente por la necesidad de mantener una temperatura normal en los niños enfermos.

En 50% de los casos, los padres consideran fiebre a la temperaturas < 38 °C(100.4°F) y 25% de los cuidadores administrarán algún antipirético para temperatura menores de 37.8 °C

Hasta 85% de los padres refieren levantar a su niño para administrar el antipirético. Desafortunadamente, los padres en 50% de los casos administran incorrectamente

las dosis de antipiréticos y aproximadamente 15% de los padres usan dosis supra-terapéuticas de

paracetamol o ibuprofeno. Los cuidadores deben entender que la dosis depende del peso del paciente y no de la edad o estatura.

Las indicaciones más comunes para prescribir antipiréticos por los médicos son fiebre > 38.3 °C y malestar en el niño. Aunque únicamente 13% de los pediatras utilizan el malestar en los niños como indicación para su administración.

 

Fisiología de la fiebre. La fiebre no es una enfermedad, es un mecanismo fisiológico que tiene como beneficio alertar sobre la presencia de un proceso infeccioso.

La fiebre retrasa el crecimiento y la reproducción de bacterias y virus, incrementando la producción de neutrófilos y la proliferación de linfocitos T, así como la formación de anticuerpos en la fase aguda. El grado de fiebre no siempre se correlaciona con la severidad de la enfermedad.

 


Tratamiento antipirético. El uso de baños de alcohol no es apropiado para disminuir la temperatura, ya que se han reportado eventos adversos asociados con la absorción sistémica de alcohol. No existe evidencia que el controlar la fiebre disminuya la morbilidad o mortalidad en enfermedades febriles, excepto en los pacientes inmunocomprometidos, los cuales cuentan

con una limitada reserva metabólica. Finalmente, no existe evidencia de que la terapia antipirética disminuya la recurrencia de crisis febriles. Sin embargo, se reconoce que el uso de esta terapia sí reduce las molestias en los niños.

Paracetamol. Después de la asociación de los salicilatos con el síndrome de Reye, el paracetamol

(acetaminofén)  reemplazó a la aspirina como medicamento básico para la fiebre. La dosis que debe utilizase es de 10-15 mg/kg/dosis cada 4-6 horas, por vía oral y se considera segura y eficaz en los siguientes 30-60 minutos. Hasta 80% de los niños presentan una disminución de la temperatura en este periodo. Las dosis altas de este antipirético en el uso clínico se han asociado con confusión relacionada con hepatotoxicidad.

Ibuprofeno. Su uso para el manejo de la fiebre ha aumentado. No existe evidencia que indique que exista una diferencia significativa en la seguridad de las dosis estándar de ibuprofeno vs. paracetamol en niños sanos de 6 meses a 12 años de edad con enfermedades febriles. La preocupación con este medicamento es la nefrotoxicidad. En varios reportes se describe la presencia

de insuficiencia renal cuando se trata a niños con enfermedad febril con ibuprofeno u otro antiinflamatorio no esteroideo. En niños con deshidratación, la síntesis de prostaglandinas inicia el incremento de un mecanismo importante para mantener un flujo renal apropiado. El uso de ibuprofeno o cualquier antiinflamatorio no esteroideo interfiere con los efectos renales

de las prostaglandinas, con lo que se reduce el flujo sanguíneo renal y potencialmente precipita o empeora la función renal.

 

Tratamiento con alternación o combinación de antipiréticos.

Existe alguna evidencia de que la combinación del tratamiento puede resultar en disminuir la temperatura por un periodo más prolongado, pero no existe evidencia de que este tratamiento ofrezca una mejoría en otra complicación clínica. Los médicos que lo prescriban

a sus pacientes deberán asegurarse de no sobrepasar las dosis indicadas para los antipiréticos utilizados.

Cuando se aconseja a una familia acerca del manejo de la fiebre en el niño, el médico deberá disminuir la fobia por la fiebre que tienen los padres y enfatizar que

el uso de antipiréticos no previene las crisis febriles. Los médicos deberán enfocarse en el monitoreo de los signos y síntomas de enfermedad grave, así como mejorar las condiciones generales del niño como mantenimiento de la hidratación, educación de los padres

con un uso apropiado de la dosis y almacenamiento del antipirético.

 


 

 

 

jueves, 17 de diciembre de 2015

Embarazo a Término Nuevas Definiciones


Información para las futuras mamás sobre la nueva definición de embarazo a término

NICHDWWWPageContent1El embarazo a término completo comienza a las 39 semanas

El Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos y la Sociedad de Medicina Materno-Fetal anunciaron nuevas definiciones más específicas para los bebés nacidos entre las 37 y las 42 semanas del embarazo.

En el pasado, si un bebé nacía entre las 37 y las 42 semanas del embarazo se consideraba "a término". Ahora, el embarazo se considera a término completo a las 39 semanas.
 
 

¿Por qué esto es importante?

Las investigaciones muestran que los bebés que nacen entre las 39 y las 40 semanas del embarazo tienen una mejor oportunidad de comenzar su vida saludablemente.

Los bebés que nacen antes de las 39 semanas corren riesgo de tener problemas de respiración, alimentación y de controlar la temperatura del cuerpo. También es más probable que pasen tiempo en la unidad de cuidados intensivos neonatales, desarrollen infecciones y tengan una discapacidad de aprendizaje.

¿Por qué esto es importante para mi embarazo?

Esperar a dar a luz hasta al menos las 39 semanas en un embarazo sano, le da a su bebé el tiempo que necesita para crecer. Los pulmones, el hígado y el cerebro de su bebé pasan por un período muy importante de crecimiento entre las 37 y las 39 semanas del embarazo. Esperar hasta las 39 semanas del embarazo, que ahora se llama “a término completo”, le da a su bebé la mejor oportunidad posible para comenzar su vida saludablemente.

A veces, cuando la madre o el bebé corren algún riesgo, es necesario planear el parto para antes de las 39 semanas de embarazo. Sin embargo, en un embarazo saludable, lo mejor es esperar hasta por lo menos las 39 semanas.

Es importante que conozca estos términos para que pueda hablar con su médico acerca de lo que es mejor para su salud y la de su bebé.







FUENTE;
The Eunice Kennedy Shriver National Institute of Child Development. Know your terms. http://www.nichd.nih.gov/KnowYourTerms. Accessed June 8, 2014.




FUENTE:
Association of Women’s Health, Obstetric and Neonatal Nurses. 40 reasons to go the full 40 weeks. http://www.health4mom.org/a/40_reasons_121611. Accessed June 8, 2014

 


sábado, 12 de diciembre de 2015

La actividad física protege la función motora en personas de tercera edad


Physical Activity Protects Motor Function in Older Adults 


 
 



Clinical Context

Motor impairment in the elderly population is common and linked to morbidity. Public health strategies have therefore emphasized the need for older adults to increase their physical activity level.

White matter hyperintensities (WMHs) seen on brain imaging are common in elderly adults and are associated with level of motor function. The goal of this cross-sectional study by Fleischman and colleagues was to test the hypothesis that physical activity modifies the association between WMH burden and motor function in healthy older persons without dementia.

Study Synopsis and Perspective

Just as higher education and social connections seem to provide a cognitive reserve as people age, physical activity may build a motor reserve that protects against the harmful effects of WMHs in the brain on motor function, new research suggests.

The results point to a potential biological mechanism that may at least partly explain the well-established association between physical activity and motor function in healthy older adults, said lead author Debra A. Fleischman, PhD, professor, neurological sciences and behavioral sciences, Rush University Medical Center and Rush Alzheimer's Disease Center, Chicago, Illinois.

"The data suggest that physical activity may protect motor function from the untoward effects of small vessel disease," seen on magnetic resonance imaging (MRI) as WMHs.

The new findings emphasize the importance of an active lifestyle in protecting motor function from the adverse neurobiological effects of aging, Dr Fleischman said.

The study was published online March 11 and in the March 31 issue of Neurology.

Brain Volume

The study used data from 167 community-dwelling adults without dementia who were participants in the Rush Memory and Aging Project, an ongoing longitudinal clinical pathologic study of aging and dementia. Their mean age was 80 years, and approximately 21% were men.

Researchers used a composite measure of global cognition from 19 individual computer-scored cognitive tests. To assess motor function, they created a composite measure from 11 individual motor tests that included both upper- and lower-extremity motor performance.

Using actigraphs, the investigators measured total daily activity, including all exercise and nonexercise physical activity. Participants wore a watch-like monitor on the nondominant wrist for 24 hours per day for up to 11 days. The data were then downloaded to a computer for analysis. Researchers also calculated intensity of activity.

To assess WMH burden, they used a well-established, automated computer program that measures the total volume of brain tissue affected by WMHs as shown on fluid-attenuated inversion recovery MRI. Dr Fleischman noted that although studies suggest that WMHs on MRI reflect small-vessel disease, more studies are needed to characterize the pathologic bases of WMH.

After adjustment for age, gender, and education, total daily activity was not associated with WMH burden (P = .169).

As did previous research, this study showed that a higher level of WMH burden was associated with poorer motor function, but it also found that the harmful effects of WMHs disappeared in active people.

Comparing participants in different percentiles of total daily activity, they showed that in those with the highest activity (90th percentile) WMH burden did not affect motor function. In contrast, those at the 50th percentile of physical activity showed a negative effect of WMH burden on motor function, and this effect was even stronger for those in the 10th percentile of activity.

The difference between the 90th and 50th percentiles is roughly an additional 1.5 hours of walking per day at 2.5 miles per hour, Dr Fleischman noted. And the difference between the 50th and 10th percentiles translates to just less than 1 hour of additional walking per day.

This interaction persisted after controlling for various potential confounding variables, including depressive symptoms, body mass index, vascular diseases, functional status, and interactions with WMH burden.

"Together these findings suggest that higher levels of physical activity may provide reserve against the effects of brain pathology on motor function in older age," the authors conclude.

Dr Fleischman stressed that the association was significant when 2 different actigraphic measures were used: total daily activity and intensity of daily activity. There was no association when physical activity was measured by self-report.

Neural Reserve

That physical activity was not associated with WMH burden suggests that the benefit on motor function is through a neural reserve mechanism rather than through a direct association with WMH. Dr Fleischman suggested possible candidate mechanisms, including increases in various trophic factors that promote tissue survivability and genesis. However, she said, more work needs to be done to examine the potential mechanisms underlying motor reserve.

The concept of reserve has been frequently used in relationship to cognition. Studies show that older patients with higher levels of education, social networks, and purpose in life have better cognitive function despite significant Alzheimer disease pathology burden.

The same concept may be at play here: physically active people may have the same amount of brain damage as physically inactive people, but this damage does not seem to affect their motor function. Unlike education, however, physical activity is a modifiable behavior at any age.

The motor reserve provided by physical activity may have an influence at multiple sites along motor pathways. Although in the current study, the brain proxy measure was limited to WMH burden, further studies that examine a wider array of central nervous system abnormalities and other components of the motor pathways "will be crucial for defining the neurobiological basis of reserve provided by physical activity," said the authors.

The new findings underscore the importance of facilitating a more active lifestyle to prevent late-life motor impairment, improve survivability, and maintain independence and well-being, said the authors.

For people older than 65 years, the US Centers for Disease Control and Prevention recommends that older adults get at least:

  • 2 hours and 30 minutes of moderate-intensity aerobic activity (eg, brisk walking) every week plus muscle strengthening activities on 2 or more days per week that work all major muscle groups; or
  • 1 hour and 15 minutes of vigorous-intensity aerobic activity (eg, jogging or running) every week and muscle-strengthening activities on 2 or more days per week that work all major muscle groups; or
  • An equivalent mix of moderate- and vigorous-intensity aerobic activity and muscle-strengthening activities on 2 or more days per week that work all major muscle groups.

As for the type of exercise, that is an individual choice that considers existing medical conditions and leisure-time preferences, said Dr Fleischman. "I think that the important message, and the one that I give to my patients, is that they do not have to be marathon runners to maintain cognitive and motor function through physical activity as they age."

Other studies by Dr Fleischman and her research group showed that participants with the highest level of total daily activity, no matter how this is accumulated, are at the lowest risk for cognitive and motor impairment and decline as they age. "So the message is to just keep moving in any way that is safe and enjoyable."

This is particularly important because, unlike many age-related conditions that impair motor function, such as Parkinson disease and arthritis, age-related motor impairment is usually left untreated, said Dr Fleischman.

"Until we have a more complete understanding of the biological mechanisms underlying chronic late-life motor impairment, and have developed effective pharmacological treatments to lessen the effects of brain pathology on motor function, efforts to encourage and facilitate an active lifestyle in older adults will be a critical element in meeting this public health challenge."

The research group is acquiring longitudinal scans that will allow them to measure changes in all the primary variables and compare them with baseline, said Dr Fleischman.

Physical Activity a "Panacea"?

The study is yet another example of how physical activity is a kind of "panacea" in medicine, commented Glen Finney, MD, assistant professor, neurology, University of Florida College of Medicine, Gainesville, and a member of the American Academy of Neurology.

"We have seen similar effects for cognitive function and now they have found it in the motor domain. This supports the idea that physical activity is good for everything."

He noted that the motor function in this case is determined by the brain. "The research clearly shows that lower levels of physical activity are correlating with brain disease burden, so clearly this is brain-driven motor function. But once you get to a high level of physical activity, it actually helps to overcome and sort of negate that white matter burden."

Although the authors speculate that this is because of a motor reserve, Dr Finney said he would like to see a prospective study look at whether it is really a reserve or an actual treatment effect. "At this point, it's correlation; it's not causation. It's a definite possible way this works," he said.

According to an accompanying editorial, the "pooled approach" of using a composite motor score and a range of cognitive tests is statistically powerful but needs further development to be accessible in routine clinical practice.

The editorial writers, Richard Camicioli, MD, Department of Medicine, Division of Neurology, University of Alberta, Edmonton, Canada, and Joe Verghese, MB BS, MS, Departments of Neurology and Medicine, Albert Einstein College of Medicine, Bronx, New York, noted that the 167 participants were more educated and cognitively healthy although slightly older than the overall sample of 1545 persons originally recruited for the study.

They also commented that because the study was cross-sectional, it cannot determine causality. In addition, they note, actigraphy measures total activity, so it is difficult to know which aspects of the activities were protective.

"The nature (aerobic or resistance), complexity (dancing), or frequency of the physical activity may all have a role," they said.

Measuring WMHs by fluid-attenuated inversion recovery imaging may not completely reflect white matter damage, they said. Diffusion tensor imaging or magnetization transfer imaging may better depict white matter damage, might provide complementary measures, and may be related to physical activity.

The study was supported by the National Institute on Aging, National Institute of Minority Health and Health Disparities, Illinois Department of Public Health, and Rush Translational Science Consortium. The study authors and editorial writers have disclosed no relevant financial relationships.

Neurology. 2015;84:1294-1300, 1288-1289. Abstract, Editorial

Comentario:

De nueva cuenta un estudio demuestra la importancia del ejercicio en personas de tercera edad, enfatizando sus beneficios a nivel cerebral y motor.

Este estudio demuestra una vez más que la actividad física es una especie de Panacea en Medicina.

 


 

domingo, 15 de noviembre de 2015

HÍGADO GRASO (ESTEATOSIS HEPÁTICA NO ALCOHÓLICA)


HÍGADO GRASO

 


 

 La enfermedad hepática grasa no alcohólica (EHGNA) es una enfermedad común del hígado. A menudo es “silenciosa”, es decir, no presenta síntomas. La EHGNA se parece a las enfermedades del hígado causadas por el consumo de alcohol, pero se presenta en personas que beben poco o nada de alcohol.


La característica principal de la EHGNA es grasa en el hígado con inflamación y daño. La mayoría de las personas que padece EHGNA se siente bien. No saben que tienen un problema en el hígado. La EHGNA puede ser grave y provocar una enfermedad llamada cirrosis. Con la cirrosis, el hígado queda dañado para siempre, forma cicatrices y deja de funcionar correctamente.


La EHGNA afecta entre el 2 y el 5 por ciento de las personas que viven en los Estados Unidos. Otro 10 a 20 por ciento de personas tiene grasa en el hígado sin presentar inflamación ni daño en el mismo. Esta afección médica se llama “hígado graso”. No es normal tener grasa en el hígado. Sin embargo, tener grasa en el hígado probablemente no cause mucho daño, ni daño permanente, por sí sola. Con un análisis de sangre, un ultrasonido (ecografía) del hígado o una prueba similar se puede observar la presencia de grasa. Si los resultados del análisis de sangre, el ultrasonido u otras pruebas demuestran la posibilidad de que haya grasa en el hígado, la enfermedad se llama “enfermedad de hígado graso no alcohólica” (nonalcoholic fatty liver disease, NAFLD por sus siglas).


 


 


 


La enfermedad hepática grasa no alcohólica


(EHGNA) se define como una entidad clínico-patológica


que engloba un amplio espectro de lesiones


en el hígado, que se producen en ausencia de un


consumo crónico de alcohol, en el que se incluyen


la esteatosis simple, la esteatosis asociada a cambios


necroinflamatorios con grados variables de


fibrosis denominada esteatohepatitis, y finalmente


la cirrosis. Actualmente se considera que la EHGNA


es el componente hepático del denominado


síndrome metabólico, que se puede definir como


la agrupación de diferentes factores de riesgo vascular


y metabólico como la obesidad visceral, la hiperglucemia


secundaria a resistencia a la insulina,


la dislipemia y la hipertensión arterial. Debido a la


creciente incidencia del síndrome metabólico en


los países desarrollados, la EHGNA está emergiendo


como una de las enfermedades hepáticas más


frecuentes en nuestro medio.


 


Epidemiología


Aunque la prevalencia de la EHGNA en la población


general no se conoce con exactitud, fundamentalmente


debido a que no se dispone de marcadores


diagnósticos no invasivos que sean sensibles y específicos


de esta enfermedad hepática, los datos


provenientes de estudios poblacionales estiman su


prevalencia entre un 20-30% de la población en los


países occidentales y un 15% en los países asiáticos.


La información disponible sobre la incidencia


de la EHGNA es escasa, aunque en un estudio longitudinal


prospectivo realizado en una población italiana se comprobó que la incidencia de hígado


graso era de 18,5 casos por 1.000 personas y año2.


Referente a la esteatohepatitis, los datos sobre la


prevalencia/incidencia son muy variables y de difícil


interpretación, ya que el diagnóstico de certeza


sólo se puede realizar por biopsia hepática, estimándose


su prevalencia en un 2-3% de la población general.


Numerosos estudios epidemiológicos han observado


que la prevalencia de la EHGNA, tanto de la


esteatosis simple como de la esteatohepatitis, aumenta


de manera directamente proporcional al


índice de masa corporal (IMC), con cifras del 15%


y del 3%, respectivamente, en personas no obesas;


del 65% y del 20%, respectivamente, en personas


obesas, y llegando hasta el 85% y el 40%, respectivamente,


en pacientes con obesidad mórbida


 


La incidencia de hígado


graso en población adulta en la Ciudad de


México es de 14%.


 Un hecho destacable es que esta estrecha asociación


epidemiológica aparece más con la obesidad visceral


o abdominal que con el IMC. La diabetes mellitus


tipo 2 es la segunda entidad que se asocia con


mayor frecuencia con la EHGNA, alcanzando cifras


de prevalencia de hasta el 70% en la población diabética1.


La dislipemia, fundamentalmente en forma


de hipertrigliceridemia o bajas concentraciones


séricas de colesterol HDL, es otra alteración metabólica


que se observa en la mayoría de los casos


de EHGNA. Un aspecto relevante es que, incluso en


ausencia de obesidad y de diabetes, los pacientes


con EHGNA tienen una elevada prevalencia/incidencia


de síndrome metabólico, hasta el punto que


algunos autores sugieren que la EHGNA no es una


consecuencia sino más bien un desencadenante


del mismo.


Algunos datos epidemiológicos indican que la prevalencia


de la EHGNA en los Estados Unidos es mayor


en la población hispana que en la caucásica y en


la afroamericana. Este hecho, unido a la observación


de que mutaciones puntuales (polimorfismos)


de determinados genes, como el de la adiponutrina7


o de la apolipoproteína C38, aumentan el riesgo


de EHGNA, sugieren que existen factores genéticos


que predisponen a padecer esta enfermedad hepática.


Tradicionalmente se ha considerado que la


EHGNA es más frecuente en mujeres, pero estudios


recientes indican que la esteatohepatitis concretamente


es más prevalente en hombres. Tanto la


prevalencia como la intensidad de la EHGNA aumentan


con la edad. Así, los casos de esteatohepatitis


con fibrosis avanzada y cirrosis son raros en


adultos jóvenes, mientras que son más frecuentes


entre la 6ª y 8ª décadas de la vida. No obstante, la


EHGNA no sólo afecta a los adultos sino también


a los niños. Distintos estudios epidemiológicos


han encontrado signos ecográficos y analíticos de


EHGNA en el 3% de la población pediátrica general,


llegando al 53% en los niños obesos.


El incremento en la incidencia de la obesidad es paralelo


al de sus comorbilidades, incluida la EHGNA.


Esta es actualmente la primera causa de enfermedad


hepática en niños y adolescentes en Estados Unidos


de América (EUA) y probablemente en el mundo


occidental. Un estudio de prevalencia en niños, realizado


en una serie de autopsias en EUA, mostró una


frecuencia de 9.6 % en individuos con peso normal y


de 38 % en obesos.


En México, Flores et al.3 determinaron la prevalencia


de EHGNA en 833 niños de una escuela primaria,


con edades entre 5.5 y 12 años, que tenían


sobrepeso y obesidad. Concluyeron que fue de 12.6 %


y los parámetros metabólicos estudiados fueron similares


en todo el grupo.


 



 El incremento que se está produciendo en la prevalencia de la


obesidad, diabetes mellitus tipo 2 y síndrome metabólico,


tanto en la población adulta como en la


infantil de los países desarrollados, hace prever un


notable incremento en la prevalencia de la EHGNA


en un futuro próximo.


 


 



 


Las causas que provocan EHGNA son múltiples, y se pueden


clasificar como primarias y secundarias. Las primarias, que


son las más importantes, se relacionan con los factores que


provocan aumento de la resistencia a la insulina, tales como


obesidad, diabetes y dislipemia. Las secundarias, menos frecuentes,


se deben principalmente a la ingesta de ciertos fármacos,


tóxicos, trastornos metabólicos y nutricionales y procedimientos


quirúrgicos  Es importante destacar


que los fármacos que se citan en la tabla son los que se relacionan


con la EHGNA y se deben diferenciar de otros fármacos,


utilizados frecuentemente, que pueden provocar otro


tipo de lesiones hepáticas, tales como el paracetamol, los


antituberculostáticos, las estatinas o las tiazolidindionas,


entre otros. En la práctica clínica, la mayoría de los pacientes


con EHGNA presentan obesidad, diabetes tipo 2 o dislipemia


como factor etiológico, y es frecuente la asociación de


varios de estos factores


La mayoría de los pacientes con EHGNA están asintomáticos y


habitualmente la sospecha de la enfermedad se basa en la presencia


de una elevación de las transaminasas, especialmente la


ALT, en el curso de un examen de salud por cualquier motivo o


bien ante la presencia de una hepatomegalia(aumento de tamaño del hígado) al explorar a un


paciente o a raíz de practicar una prueba de imagen, generalmente


una ecografía abdominal, solicitada por cualquier motivo


y que demuestra cambios sugestivos de esteatosis.



 


Una vez que tenemos la certeza de que se trata de una EHGNA realizaremos


un control y tratamiento de los factores asociados.


Actualmente no se dispone de un tratamiento específico para la


EHGNA, sino que éste consiste en tratar los factores etiológicos


causales, tales como la obesidad, la diabetes y la dislipemia. Sin


embargo, es muy importante aplicar una serie de medidas generales,


tales como evitar el consumo de alcohol, los fármacos


hepatotóxicos y la exposición a tóxicos ambientales causantes


de EHGNA


 


 


Historia natural

 


La evolución de la EHGNA va a depender del estadio


histológico de la enfermedad hepática.


 Diferentes estudios prospectivos han comprobado


que del 10 al 40% de los pacientes con esteatosis


simple progresarán a esteatohepatitis en un


período de 8-13 años. Alrededor del 15% de los pacientes


con esteatohepatitis y un estadio de fibrosis


menor o igual a 2 progresarán a cirrosis en un


período de tiempo similar, incrementándose hasta


el 25% en los casos de esteatohepatitis con estadio


fibrótico de 3. Un 7% de los pacientes con EHNA


en estadio cirrótico desarrollarán un hepatocarcinoma


en 10 años, y alrededor del 50% necesitarán


un trasplante hepático o morirán por complicaciones


de su enfermedad hepática.

 

Por lo tanto,


aunque tradicionalmente se ha considerado que


la EHGNA es una enfermedad hepática de pronóstico


benigno, en los últimos años se ha puesto de


manifiesto que los pacientes con EHGNA, y particularmente


aquellos con esteatohepatitis y fibrosis


significativa, tienen una tasa de supervivencia significativamente


más baja que la población general,


siendo las causas de muerte más frecuentes la enfermedad


cardiovascular y la enfermedad hepática


avanzada



 


¿En quiénes se debe sospechar


enfermedad por hígado graso


no alcohólica?




a) En pacientes con síndrome metabólico, que


se diagnóstica cuando se tienen tres o más


de los siguientes criterios: circunferencia


abdominal de 102 cm en hombres y de


88 cm en mujeres, niveles de triglicéridos


> 150 mg/dL, colesterol HDL < de 40 mg/


dL en hombres y < de 50 mg/dL en mujeres,


presencia de HTA con cifras mayores o


iguales a 130/85 mmHg, niveles de glucosa


> a 110 mg/dL),


b) En pacientes diabéticos tipo II, o bien en los


tipo I que requieren grandes cantidades de insulina.


c) Individuos obesos, en particular con distribución


de grasa central.


d) Pacientes con dislipidemia.


e) Mujeres con ovarios poliquísticos.2


f) Pacientes candidatos a cirugía bariátrica o


en aquellos ya sometidos a cirugía en quien


se empleo una técnica de inducción de malabsorción


elevada.


g) En enfermos con aminotransferasas elevadas,


lo que ahora se define como un nivel de ALT


> 30 UI/l en hombres y > 19 UI/l en mujeres.


3 Estas cifras deben estar elevadas en forma


persistente en un periodo de seis meses


sin una explicación obvia. El grupo recomienda


descartar enfermedades virales, ingesta de


alcohol en cantidad considerada hepatotóxica,


toxicidad por medicamentos, enfermedades


autoinmunes y enfermedad por depósito de


hierro, así como el uso de productos utilizados


enmedicina alternativa


 


Diagnóstico


La primera señal de que una persona quizá tenga EHGNA es un resultado alto en los análisis de sangre de rutina. Se sospecha de EHGNA cuando ocurra todo lo siguiente:


Los resultados de las pruebas de las enzimas del hígado son altos.


No hay una causa obvia de la enfermedad del hígado (como el uso de una medicina, la hepatitis viral o el abuso del alcohol).


 


Las radiografías, ultrasonidos o pruebas similares demuestran la presencia de grasa en el hígado.


Una biopsia del hígado es la única forma de diagnosticar EHGNA



 


La biopsia también puede indicar si se han formado cicatrices en el hígado (fibrosis). Esto es importante, ya que ni los análisis de sangre ni los ultrasonidos o pruebas similares pueden proporcionar con certeza esta información



 


 


 


Tratamiento


Actualmente no hay un tratamiento específico para la EHGNA. Las recomendaciones más importantes para las personas que padecen esta enfermedad son


bajar de peso (si son obesas o tienen sobrepeso)


consumir una dieta balanceada y saludable


aumentar la actividad física


evitar el consumo de alcohol


evitar el consumo de medicinas innecesarias


 


Seguir estas recomendaciones puede marcar la diferencia. También son útiles para otras afecciones médicas, como enfermedades del corazón, diabetes y colesterol alto


 


Tratamiento


Medidas generales


La EHGNA es, en la mayoría de los casos, una manifestación


de la obesidad y el síndrome metabólico,


por lo que la primera medida terapéutica debe ir


dirigida a mejorar las enfermedades asociadas,


como la obesidad y la diabetes, y corregir las alteraciones


que caracterizan al síndrome metabólico y


que contribuyen a la patogenia de la EHNA, como


la resistencia a la insulina. La principal recomendación


a los pacientes con EHNA que sean obesos o


con sobrepeso es la adopción de hábitos de vida


más saludables, consistentes en disminuir la ingesta


calórica y aumentar el ejercicio físico, con objeto


 


de conseguir una pérdida de peso gradual y progresiva


al tiempo que sostenible. Lo ideal es que estos


pacientes pierdan entre el 7% y el 10% de su peso


en un período de entre 6 y 12 meses, como consecuencia


de una dieta con un bajo contenido en


glucosa y fructosa así como de grasas saturadas, y


un ejercicio aeróbico moderado y regular (un mínimo


de 5 sesiones semanales de 45 minutos de


duración)26. Se deben evitar los períodos de ayuno


prolongado y las pérdidas de peso rápidas mediante


dietas muy estrictas ya que en esta situación


se produce una movilización de ácidos grasos del


tejido adiposo al hígado, el cual también se ve privado


de un aporte correcto de proteínas y de otros


nutrientes esenciales. Todo ello agrava la esteatosis


y empeora las lesiones histológicas preexistentes.


Aunque en los ensayos clínicos iniciales el orlistat,


un inhibidor de la lipasa gástrica y pancreática,


mostró cierta eficacia mejorando el grado de esteatosis


y la actividad histológica de la EHNA, un


posterior estudio clínico controlado con placebo


no ha demostrado superioridad de este fármaco.


Actualmente se están llevando a cabo ensayos clínicos


multicéntricos y aleatorizados con el fin de


determinar la eficacia y seguridad del orlistat y de


otros fármacos que promueven la pérdida de peso,


como el rimonabant, en el tratamiento de la EHNA


asociada a la obesidad.


Tratamiento específico

 


Se han ensayado múltiples fármacos en los pacientes


con EHNA, algunos de los cuales han mostrado


ser potencialmente útiles (tabla 4). En la actualidad,


los fármacos más prometedores son los que


mejoran la resistencia a la insulina, como la metformina


y las tiazolidindionas o glitazonas, y los antioxidantes,


fundamentalmente la vitamina E.


Aunque no se conoce bien el mecanismo de acción


de la metformina, su efecto farmacológico se debe


a que mejora la sensibilidad a la insulina en el tejido


adiposo y muscular. Se han realizado numerosos


estudios clínicos que han evaluado la eficacia


de la metformina en el tratamiento de la EHNA,


básicamente en pacientes no diabéticos, obteniendo


resultados contradictorios; pero en un reciente


metaanálisis se ha comprobado que la metformina


mejora la bioquímica hepática y el grado de esteatosis


sin mostrar efectos significativos sobre la


inflamación y la fibrosis hepática. Estos resultados,


no obstante, no permiten extraer conclusiones definitivas,


ya que el número de pacientes tratados


con metfotmina en estudios clínicos controlados es


bajo, por lo que aún se debe seguir investigando


el posible efecto beneficioso de este fármaco, que


tiene un buen perfil de seguridad, en el tratamiento


de la EHNA.


Las glitazonas actúan a través de la activación de


una proteína nuclear denominada PPAR-gamma,


que incrementa la utilización periférica de la glucosa.


En los pacientes con EHNA se han ensayado


fundamentalmente dos fármacos: la rosiglitazona y


la pioglitazona. Un reciente metaanálisis31 concluye


que el tratamiento de la EHNA con glitazonas conlleva


una mejoría histológica y bioquímica significativa,


especialmente en pacientes no diabéticos.


 


Finalmente, el trasplante hepático es una opción


terapéutica que debe considerarse en los pacientes


con EHNA en fase de cirrosis avanzada. Los resultados


del trasplante hepático en estos pacientes son


buenos, aunque a medio plazo pueden reaparecer


en el injerto las lesiones histológicas características


de la EHNA



 


 


 


Fuente:


1.Gastroenterología y Hepatología Problemas Comunes en la Práctica Clínica 2ª Edición 2012. Editores:

MIGUEL A. MONTORO  JUAN CARLOS GARCÍA PAGÁN

 


2.Guías clínicas de diagnóstico y tratamiento de hepatopatía grasa no alcohólica Rev Gastroenterol Mex, Vol. 73, Núm.  2, 2008 Bosques-Padilla F et al.


 


3. Esteatosis Hepática no alcohólica AMF 2009;5(4):227-231


 


4.Enfermedad por hígado graso no alcohólico en pediatría María del Carmen Bojórquez-Ramosa Rev Med Inst Mex Seguro Soc. 2014;52(Supl 1):S110-S114


 


 5.Esteatohepatitis no alcohólica  National Digestive Diseases Information Clearinghouse


 National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases NATIONAL INSTITUTES OF HEALTH


 U.S. Department of Health and Human Services


6.Hígado graso y esteatohepatitis no alcohólica Raúl Carrillo Esper,Jimena Muciño Bermejo Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM Vol. 54, N.o 3. Mayo-Junio 2011 Raúl Carrillo Espera, Jimena Muciño Bermejo