Fiebre y uso de
antipiréticos en niños
Pediatrics 2011;127:580-587 .
La fiebre es un signo común manejado
por el pediatra y
otros profesionales de la salud, presentándose en un tercio de las patologías
en niños. Los familiares se preocupan frecuentemente por la necesidad de
mantener una temperatura normal en los niños enfermos.
En 50% de los casos, los padres consideran fiebre a
la temperaturas < 38 °C(100.4°F) y 25% de los cuidadores administrarán algún
antipirético para temperatura menores de 37.8 °C
Hasta 85%
de los padres refieren levantar a su niño para
administrar el antipirético. Desafortunadamente, los padres en 50% de los casos
administran incorrectamente
las dosis de antipiréticos y aproximadamente 15% de
los padres usan dosis supra-terapéuticas de
paracetamol o ibuprofeno. Los cuidadores deben
entender que la dosis depende del peso del paciente y no de la edad o estatura.
Las indicaciones más comunes para prescribir
antipiréticos por los médicos son fiebre > 38.3 °C y malestar en el niño.
Aunque únicamente 13% de los pediatras utilizan el malestar en los niños como
indicación para su administración.
Fisiología de la fiebre. La fiebre no es una enfermedad, es
un mecanismo fisiológico que tiene como beneficio alertar sobre la presencia de
un proceso infeccioso.
La fiebre retrasa el crecimiento y la reproducción
de bacterias y virus, incrementando la producción de neutrófilos y la proliferación
de linfocitos T, así como la formación de anticuerpos en la fase aguda. El
grado de fiebre no siempre se correlaciona con la severidad de la enfermedad.
Tratamiento antipirético. El uso de baños de alcohol no es
apropiado para disminuir la temperatura, ya que se han reportado eventos
adversos asociados con la absorción sistémica de alcohol. No existe evidencia que
el controlar la fiebre disminuya la morbilidad o mortalidad en enfermedades
febriles, excepto en los pacientes inmunocomprometidos, los cuales cuentan
con una limitada reserva metabólica. Finalmente, no existe
evidencia de que la terapia antipirética disminuya la recurrencia de crisis febriles.
Sin embargo, se reconoce que el uso de esta terapia sí reduce las molestias en
los niños.
Paracetamol. Después de la asociación de los
salicilatos con el síndrome de Reye, el paracetamol
(acetaminofén) reemplazó a la aspirina como
medicamento básico para la fiebre. La dosis que debe utilizase es de 10-15 mg/kg/dosis
cada 4-6 horas, por vía oral y se considera segura y eficaz en los
siguientes 30-60 minutos. Hasta 80% de los niños presentan una disminución de la temperatura en este
periodo. Las dosis altas de este antipirético en el uso clínico se han asociado
con confusión relacionada con hepatotoxicidad.
Ibuprofeno. Su uso para el manejo de la
fiebre ha aumentado. No existe evidencia que indique que exista una diferencia
significativa en la seguridad de las dosis estándar de ibuprofeno vs. paracetamol
en niños sanos de 6 meses a 12 años de edad con enfermedades febriles. La
preocupación con este medicamento es la nefrotoxicidad. En varios reportes se
describe la presencia
de insuficiencia renal cuando se trata a niños con
enfermedad febril con ibuprofeno u otro antiinflamatorio no esteroideo. En
niños con deshidratación, la síntesis de prostaglandinas inicia el incremento
de un mecanismo importante para mantener un flujo renal apropiado. El uso de
ibuprofeno o cualquier antiinflamatorio no esteroideo interfiere con los
efectos renales
de las prostaglandinas, con lo que se reduce el
flujo sanguíneo renal y potencialmente precipita o empeora la función renal.
Tratamiento con alternación o
combinación de antipiréticos.
Existe alguna evidencia de que la combinación del
tratamiento puede resultar en disminuir la temperatura por un periodo más prolongado,
pero no existe evidencia de que este tratamiento
ofrezca una mejoría en otra complicación clínica.
Los médicos que lo prescriban
a sus pacientes deberán asegurarse de no
sobrepasar las dosis indicadas para los antipiréticos utilizados.
Cuando se aconseja a una familia acerca
del manejo de la fiebre en el niño, el médico deberá disminuir la fobia por la
fiebre que tienen los padres y enfatizar que
el uso de antipiréticos no previene las
crisis febriles. Los médicos deberán enfocarse en el monitoreo de los signos y
síntomas de enfermedad grave, así como mejorar las condiciones generales del
niño como mantenimiento
de la hidratación, educación de los padres
con un uso apropiado de la dosis y almacenamiento del
antipirético.
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