Cinco mitos en torno a las vacunas
Dr. Matthew E.
Falagas, MSc, DSc; Dra. Georgia K. Vatheia
| 06 de enero de 2017
Conceptos erróneos
y temores comunes en torno a las vacunas
Existe una
considerable discusión en torno a la eficacia, seguridad y tolerabilidad de las
vacunas que ha dado lugar a un debate acerca de la utilidad de las vacunas en
general, sobre todo en poblaciones definidas. En este artículo comentamos los
datos que refutan cinco conceptos erróneos y temores comunes en relación con
las vacunas.
Mito 1: La vacunación ya no es necesaria
La creencia de que
la vacunación ya no es necesaria se deriva del mal entendido de que han
desaparecido casi todas las enfermedades contra las cuales nos vacunamos.
Es verdad que
enfermedades que solían ser comunes en el pasado (algunas de las cuales, como
la difteria y la poliomielitis, se asocian con una considerable morbilidad) se
han vuelto infrecuentes en los países desarrollados, al grado en que las
personas y tal vez algunos profesionales sanitarios consideran que estas
enfermedades han desaparecido ahora. Sin embargo, esto no es correcto. De
hecho, la única enfermedad infecciosa que oficialmente se ha erradicado a nivel
global es la viruela, habiendo ocurrido naturalmente el último caso en 1977, en
Somalia. [1]
Desde luego, las
vacunas han logrado reducciones considerables en la frecuencia de varias
enfermedades infecciosas, tales como tétanos, difteria, tos ferina, rubéola
congénita, sarampión, parotiditis y poliomielitis. [2-4]
El caso del
sarampión demuestra la importancia de la vacunación masiva para la prevención
de enfermedades graves. El sarampión es una enfermedad viral muy contagiosa con
complicaciones potencialmente graves. Fue muy frecuente en Estados Unidos antes
de la introducción de la vacunación en 1963, estimándose 4 millones de casos y
450 muertes relacionadas con el sarampión cada año. En el 2000, el sarampión
endémico se declaró erradicado en Estados Unidos, pero todavía se han importado
casos de otros países. [5] En
2015, se informó un total de 159 casos de sarampión en Estados Unidos. La gran
mayoría de estos pacientes no había recibido la vacuna (45%) o tenía un
antecedente de vacunación desconocido (38%). [6]
El número creciente
de personas que optan por no vacunarse puede dar lugar a problemas relacionados
con la atenuación de la "inmunidad de grupo o rebaño". A menudo el
público y los científicos no toman en cuenta que la inmunidad de grupo protege
a secciones vulnerables de la población que no pueden recibir vacunación
completa (como los pacientes con inmunodeficiencia) contra enfermedades
potencialmente graves y letales, al reducir la probabilidad de transmisión de
enfermedades infecciosas por otros miembros de la población. [7]
Mito 2: Las vacunas producen autismo
Este mito es un
argumento muy frecuente en contra de la vacunación y se deriva principalmente
de la publicación en 1988 en The Lancet por Andrew Wakefield y
colaboradores. [8] En
este artículo, Wakefield señaló una relación entre la vacunación contra
sarampión, parotiditis y rubéola (SRP, triple viral) y el autismo, basándose en
ocho casos, lo que dio origen a inquietudes importantes en torno a la seguridad
de las vacunas. Sin embargo, después de investigación considerable, se
identificaron varios aspectos importantes relacionados con esta investigación,
tales como las inconsistencias metodológicas graves y los conflictos de
interés. Esta controversia dio lugar a una retractación parcial del artículo
por The Lancet en 2004, [9] seguido
de una retractación completa en 2010. [10] El
autor principal del estudio también fue objeto de revocación de su licencia
para ejercer la medicina en Inglaterra por el General Medical Council a
consecuencia de su grave falta de ética profesional. [11]
No obstante, estas
imputaciones fueron originalmente tomadas en serio por los médicos y después se
llevaron a cabo varios estudios epidemiológicos bien diseñados para evaluar una
posible relación entre la administración de las vacunas y el autismo. [12]
En un metanálisis realizado en 2011 [13] se evaluaron los datos obtenidos de cinco estudios de cohortes (con la participación de 1.256.407 niños) y cinco estudios de casos y controles (con la participación de 9920 niños) acerca de la relación entre las vacunas y el desarrollo del autismo o los trastornos del espectro autista. No se identificó ninguna relación entre la vacuna triple viral y el autismo (odds ratio [OR]: 0,84; intervalo de confianza [IC] de 95%: 0,70 - 1,01).
En un metanálisis realizado en 2011 [13] se evaluaron los datos obtenidos de cinco estudios de cohortes (con la participación de 1.256.407 niños) y cinco estudios de casos y controles (con la participación de 9920 niños) acerca de la relación entre las vacunas y el desarrollo del autismo o los trastornos del espectro autista. No se identificó ninguna relación entre la vacuna triple viral y el autismo (odds ratio [OR]: 0,84; intervalo de confianza [IC] de 95%: 0,70 - 1,01).
Además, se han
estudiado adicionalmente dos componentes de la vacuna (timerosal y mercurio) a
los que también se había atribuido como agentes causales de autismo. [14] No se encontró ninguna
relación entre timerosal (OR: 1,00; IC 95%: 0,77 - 1,31) o el mercurio (OR:
1,00; IC 95%: 1,93 - 1,07) y el autismo.
Los resultados de
los estudios han desacreditado la relación entre la vacuna triple viral y el
autismo.
También debe resaltarse que la considerable morbilidad y mortalidad de enfermedades infecciosas potencialmente prevenibles es cierta, incluidas las muertes a consecuencia de difteria, en países desarrollados; por ejemplo, la muerte de un niño de 6 años en España en 2015 [15] y de una niña de 3 años en Bélgica en 2016, [16] los cuales no se habían vacunado.
También debe resaltarse que la considerable morbilidad y mortalidad de enfermedades infecciosas potencialmente prevenibles es cierta, incluidas las muertes a consecuencia de difteria, en países desarrollados; por ejemplo, la muerte de un niño de 6 años en España en 2015 [15] y de una niña de 3 años en Bélgica en 2016, [16] los cuales no se habían vacunado.
Mito 3: Las vacunas producen enfermedades autoinmunitarias
El rol de la
vacunación en la patogenia de enfermedades autoinmunitarias (probablemente al
desencadenar la autoinmunidad) por mucho tiempo ha sido tema de debate. Si bien
todavía no se ha esclarecido la causa de estas enfermedades, es posible que
desempeñen un papel varios factores, como la predisposición genética, los
factores ambientales y las enfermedades infecciosas. [17]
Todavía se está
estudiando la relación entre las vacunas y la autoinmunidad. Sin embargo, hasta
el momento no existe evidencia definitiva que respalde una relación causal. La
mayor parte de los datos que vinculan las vacunas con la autoinmunidad
provienen de estudios de casos, [18] que se considera ofrecen un
bajo nivel de evidencia. Hasta ahora no se han realizado estudios
epidemiológicos extensos que nos proporcionen evidencia clínica convincente y
relevante. [19] Dada la naturaleza y la
heterogeneidad de los trastornos autoinmunitarios, tales estudios son muy
difíciles de llevar a cabo.
Recientemente se
introdujo el síndrome inflamatorio autoinmune provocado por adyuvantes (ASIA,
por sus siglas en inglés) como una clasificación de una serie de enfermedades
autoinmunitarias emergentes, potencialmente relacionadas con los adyuvantes de
las vacunas (sustancias que intensifican la inmunogenicidad de la vacuna). [20] ASIA atrajo mucha atención
médica y un gran número de artículos en que se analizó el tema. Sin embargo,
sigue siendo un concepto teórico, con criterios de inclusión muy generales y
sin suficientes datos clínicos claros, al menos hasta el momento. [21]
En los estudios se
ha analizado la incidencia de enfermedades autoinmunitarias en grupos vacunados
frente a no vacunados. Ninguno ha demostrado que las vacunas produzcan un
aumento en alguna enfermedad autoinmunitaria. [22,23] Nuestra opinión es que este
riesgo teórico no debe de impedir el respaldo de las vacunaciones, en vista de
sus beneficios innegables.
Mito 4: La influenza es una enfermedad inocua por lo que es innecesaria
la vacunación
Aunque la influenza
suele considerarse una enfermedad leve, ciertamente no siempre es el caso. La
influenza es una importante amenaza para la salud pública. En el Siglo XX
ocurrieron tres pandemias y millones de muertes por la influenza. Durante el
último periodo pandémico del virus H1N1 (11 de junio de 2009 al 1 de agosto de
2010), 18.449 muertes se atribuyeron a la influenza, aunque la tasa de
mortalidad global sin duda fue más alta. [24]
La influenza puede
tener complicaciones graves, tales como neumonía grave, y complicaciones
extra-respiratorias, como encefalopatía y miocarditis. [25] Además, un número considerable
de muertes relacionadas con complicaciones cardiacas y pulmonares suele ocurrir
tras la epidemia de influenza. Sobre todo en los adultos de edad avanzada, en
las personas con trastornos médicos subyacentes y en las mujeres embarazadas,
el riesgo de complicaciones relacionadas con la influenza es más alto y es muy
recomendable la vacunación contra la influenza. [26]
Mito 5: No se deben administrar vacunas a mujeres embarazadas
Casi todas las
vacunas no sólo con inocuas durante el embarazo, sino que son recomendables.
Dos vacunas son especialmente importantes para las mujeres embarazadas: la
vacuna Tdap (tétanos, difteria, tos ferina acelular) (de preferencia
administrada entre las 27 y las 36 semanas del embarazo) [27]y la vacuna contra la influenza.
El tétanos, la tos
ferina y la influenza son enfermedades con consecuencias potencialmente graves
para el niño o la madre que se pueden evitar a través de la vacunación. La vacunación
de una mujer embarazada contra la tos ferina ofrece protección sustancial del
recién nacido contra esta infección. [28]
Una evaluación de
los datos disponibles indica que las vacunas que contienen microorganismos
inactivados son inocuas si se administran durante cualquier semana del
embarazo. La influenza, en concreto, puede ser muy grave durante el embarazo y,
por tanto, se recomienda que las mujeres embarazadas reciban vacunación durante
la temporada de influenza. [29]
Se ha evaluado la
seguridad y tolerabilidad de la vacunación contra la influenza en diversos
estudios. En un metanálisis, [30] no se observó ninguna relación
entre la vacunación contra la influenza y las malformaciones congénitas, en
ningún trimestre (OR: 0,96; IC 95%: 0,86 - 1,07). Se han evaluado también las
vacunas contra hepatitis B, polisacárido neumocócico y polisacárido
meningocócico y resultaron inocuas cuando se administraron durante el embarazo. [31]
Las vacunas de
virus vivos, como la vacuna contra el virus de varicela-zóster y la triple
viral, no se recomiendan un mes antes o durante el embarazo, debido al
potencial riesgo de transmisión del virus al feto. Aunque estudios
retrospectivos de mujeres que recibieron vacunaciones con virus vivos durante
el embarazo no demostraron más riesgo de infecciones congénitas, la
administración de vacunas de virus vivos sigue estando contraindicada durante
el embarazo. [32-34]
Mensajes fundamentales para los médicos
En la actualidad
existen varios mitos y conjeturas en torno a la vacunación. Aun cuando existe
insuficiente evidencia científica que respalde estos temores, se han vuelto
verdaderas amenazas para el éxito de los programas de vacunación de salud
pública. Lamentablemente, un número considerable de personas rechaza las
vacunaciones para sí mismas o para sus niños, a consecuencia de la información
errónea y el temor. [35]
Si bien respaldamos
más investigación para lograr una mayor eficacia de las vacunas futuras (por
ejemplo, para la influenza) y estudios sobre la inmunogenicidad de las vacunas,
es esencial que los profesionales de la salud respalden las vacunaciones, y
ayuden a reforzar el cumplimiento de los programas de vacunación.
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