miércoles, 13 de junio de 2018

 Cinco mitos en torno a las vacunas
Dr. Matthew E. Falagas, MSc, DSc; Dra. Georgia K. Vatheia
 | 06 de enero de 2017
Además, se han estudiado adicionalmente dos componentes de la vacuna (timerosal y mercurio) a los que también se había atribuido como agentes causales de autismo. [14] No se encontró ninguna relación entre timerosal (OR: 1,00; IC 95%: 0,77 - 1,31) o el mercurio (OR: 1,00; IC 95%: 1,93 - 1,07) y el autismo.
Los resultados de los estudios han desacreditado la relación entre la vacuna triple viral y el autismo.
También debe resaltarse que la considerable morbilidad y mortalidad de enfermedades infecciosas potencialmente prevenibles es cierta, incluidas las muertes a consecuencia de difteria, en países desarrollados; por ejemplo, la muerte de un niño de 6 años en España en 2015 [15] y de una niña de 3 años en Bélgica en 2016, [16] los cuales no se habían vacunado.
Mito 3: Las vacunas producen enfermedades autoinmunitarias
El rol de la vacunación en la patogenia de enfermedades autoinmunitarias (probablemente al desencadenar la autoinmunidad) por mucho tiempo ha sido tema de debate. Si bien todavía no se ha esclarecido la causa de estas enfermedades, es posible que desempeñen un papel varios factores, como la predisposición genética, los factores ambientales y las enfermedades infecciosas. [17]
Todavía se está estudiando la relación entre las vacunas y la autoinmunidad. Sin embargo, hasta el momento no existe evidencia definitiva que respalde una relación causal. La mayor parte de los datos que vinculan las vacunas con la autoinmunidad provienen de estudios de casos, [18] que se considera ofrecen un bajo nivel de evidencia. Hasta ahora no se han realizado estudios epidemiológicos extensos que nos proporcionen evidencia clínica convincente y relevante. [19] Dada la naturaleza y la heterogeneidad de los trastornos autoinmunitarios, tales estudios son muy difíciles de llevar a cabo.
Recientemente se introdujo el síndrome inflamatorio autoinmune provocado por adyuvantes (ASIA, por sus siglas en inglés) como una clasificación de una serie de enfermedades autoinmunitarias emergentes, potencialmente relacionadas con los adyuvantes de las vacunas (sustancias que intensifican la inmunogenicidad de la vacuna). [20] ASIA atrajo mucha atención médica y un gran número de artículos en que se analizó el tema. Sin embargo, sigue siendo un concepto teórico, con criterios de inclusión muy generales y sin suficientes datos clínicos claros, al menos hasta el momento. [21]
En los estudios se ha analizado la incidencia de enfermedades autoinmunitarias en grupos vacunados frente a no vacunados. Ninguno ha demostrado que las vacunas produzcan un aumento en alguna enfermedad autoinmunitaria. [22,23] Nuestra opinión es que este riesgo teórico no debe de impedir el respaldo de las vacunaciones, en vista de sus beneficios innegables.
Mito 4: La influenza es una enfermedad inocua por lo que es innecesaria la vacunación
Aunque la influenza suele considerarse una enfermedad leve, ciertamente no siempre es el caso. La influenza es una importante amenaza para la salud pública. En el Siglo XX ocurrieron tres pandemias y millones de muertes por la influenza. Durante el último periodo pandémico del virus H1N1 (11 de junio de 2009 al 1 de agosto de 2010), 18.449 muertes se atribuyeron a la influenza, aunque la tasa de mortalidad global sin duda fue más alta. [24]
La influenza puede tener complicaciones graves, tales como neumonía grave, y complicaciones extra-respiratorias, como encefalopatía y miocarditis. [25] Además, un número considerable de muertes relacionadas con complicaciones cardiacas y pulmonares suele ocurrir tras la epidemia de influenza. Sobre todo en los adultos de edad avanzada, en las personas con trastornos médicos subyacentes y en las mujeres embarazadas, el riesgo de complicaciones relacionadas con la influenza es más alto y es muy recomendable la vacunación contra la influenza. [26]
Mito 5: No se deben administrar vacunas a mujeres embarazadas
Casi todas las vacunas no sólo con inocuas durante el embarazo, sino que son recomendables. Dos vacunas son especialmente importantes para las mujeres embarazadas: la vacuna Tdap (tétanos, difteria, tos ferina acelular) (de preferencia administrada entre las 27 y las 36 semanas del embarazo) [27]y la vacuna contra la influenza.
El tétanos, la tos ferina y la influenza son enfermedades con consecuencias potencialmente graves para el niño o la madre que se pueden evitar a través de la vacunación. La vacunación de una mujer embarazada contra la tos ferina ofrece protección sustancial del recién nacido contra esta infección. [28]
Una evaluación de los datos disponibles indica que las vacunas que contienen microorganismos inactivados son inocuas si se administran durante cualquier semana del embarazo. La influenza, en concreto, puede ser muy grave durante el embarazo y, por tanto, se recomienda que las mujeres embarazadas reciban vacunación durante la temporada de influenza. [29]
Se ha evaluado la seguridad y tolerabilidad de la vacunación contra la influenza en diversos estudios. En un metanálisis, [30] no se observó ninguna relación entre la vacunación contra la influenza y las malformaciones congénitas, en ningún trimestre (OR: 0,96; IC 95%: 0,86 - 1,07). Se han evaluado también las vacunas contra hepatitis B, polisacárido neumocócico y polisacárido meningocócico y resultaron inocuas cuando se administraron durante el embarazo. [31]
Las vacunas de virus vivos, como la vacuna contra el virus de varicela-zóster y la triple viral, no se recomiendan un mes antes o durante el embarazo, debido al potencial riesgo de transmisión del virus al feto. Aunque estudios retrospectivos de mujeres que recibieron vacunaciones con virus vivos durante el embarazo no demostraron más riesgo de infecciones congénitas, la administración de vacunas de virus vivos sigue estando contraindicada durante el embarazo. [32-34]
Mensajes fundamentales para los médicos
En la actualidad existen varios mitos y conjeturas en torno a la vacunación. Aun cuando existe insuficiente evidencia científica que respalde estos temores, se han vuelto verdaderas amenazas para el éxito de los programas de vacunación de salud pública. Lamentablemente, un número considerable de personas rechaza las vacunaciones para sí mismas o para sus niños, a consecuencia de la información errónea y el temor. [35]
Si bien respaldamos más investigación para lograr una mayor eficacia de las vacunas futuras (por ejemplo, para la influenza) y estudios sobre la inmunogenicidad de las vacunas, es esencial que los profesionales de la salud respalden las vacunaciones, y ayuden a reforzar el cumplimiento de los programas de vacunación.
REFERENCIAS
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